Sumario: Módulo 3

Pío X
PERSONA Y SOCIEDAD

1. Hombre: ser social
2.
Derecho natural
3.
Grupos sociales
4.
Cuerpos intermedios
5.
Clases sociales
6. Principios rectores del orden social

1. Hombre: ser social

Las personas son seres bióticos -aquellos que cumplen un ciclo biológico, como los animales y las plantas-, pero con facultades diferentes, debido a que constituyen una unidad inescindible de dos elementos: material (el cuerpo) y espiritual (el alma). Facultad, es la capacidad o poder que permite hacer alguna cosa. Las facultades que distinguen a los seres humanos son:

Inteligencia: facultad que ayuda a las personas a resolver los problemas y comprender los actos que realiza.
Libertad: facultad que permite a las personas hacer una cosa o no hacerla, es decir, elegir.
Voluntad: facultad que permite querer algo, tomar una decisión y esforzarse por realizarla.

A diferencia de los animales, el hombre posee una naturaleza racional; el conocimiento humano trasciende las limitaciones físicas y capta la esencia de las cosas a partir de datos individuales. La capacidad intelectual del hombre constituye su esencia; por eso los griegos lo definían como animal racional. En virtud de esta condición, puede alcanzar la verdad: correcta adecuación de la inteligencia con las cosas. Es también un ser libre, lo que significa ser dueño de sus actos, a diferencia de los animales que se rigen por sus instintos. Es claro que los hombres también poseen instintos, pero pueden dominarlos, por lo tanto la conducta de una persona es consecuencia de sus propias decisiones.

La libertad tiene como raíz la inteligencia; al poder conocer el hombre la realidad, la voluntad puede decidir para conseguir un bien (algo apetecible). Puede elegir entre varias cosas para alcanzar su perfección. Eligiendo entre varias opciones, el hombre decide su destino.
La libertad, por cierto, no es absoluta; está condicionada por leyes físicas y normas morales, pero, puesto que se puede responder de distinta manera a los requerimientos, el hombre es responsable, pues debe responder de las consecuencias de sus actos.

“La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. (...) Cada cual tendrá que dar cuenta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya observado.” (GS, l7)

El orden social, entonces, siempre será el resultado de decisiones humanas, dado que, a diferencia de los animales, que sólo pueden agruparse siguiendo los imperativos instintivos, los hombres pueden constituir y modificar las sociedades de acuerdo a sus preferencias. A pesar de los condicionamientos múltiples a que está sometida la vida temporal de los hombres, siempre dispondrán de un abanico de posibilidades para organizar la vida comunitaria.

“Pero una opinión equivocada induce con frecuencia a muchos al error de pensar que las relaciones de los individuos con sus respectivas comunidades políticas pueden regularse por las mismas leyes que rigen las fuerzas y los elementos irracionales del universo, siendo así que tales leyes son de otro género y hay que buscarlas solamente allí donde las ha grabado el Creador de todo, esto es, en la naturaleza del hombre.” (PT, 6)

Esta concepción de la dignidad del hombre lo hace algo sagrado, y tiene tres consecuencias en el orden social:
La sociedad se ordena a la perfección de las personas
La condición de persona hace al hombre sujeto de derechos inviolables
El hombre es agente activo de la vida social.

El hombre es un ser social por naturaleza. Esto no es aceptado por las principales ideologías. El liberalismo, exalta al buen salvaje (Rousseau) que vivía feliz en un hipotético estadio de la historia. El hombre con libertad absoluta, que se da a sí mismo sus propias normas de conducta, constituye el ideal. La necesidad llevó a los hombres a asociarse, pero la sociedad es fuente de males, y debe limitarse su esfera de acción, en especial respecto de su órgano político, el Estado.
Por su parte, el colectivismo marxista afirma que la sociabilidad es lo único esencial en el hombre. Marx lo define como un conjunto de relaciones sociales, y no tiene derechos que no le reconozca la sociedad.
La experiencia histórica, por el contrario, demuestra que nunca existió vida humana que no fuera social. La misma generación de un niño exige la unión de los padres. No existe un ser tan indefenso como un niño, que no puede alimentarse ni movilizarse sólo, durante los primeros años de vida. Pero también para un adulto, la perfección supone la convivencia.

La libertad del hombre, y su condición de ser social, llevó a Aristóteles a definirlo como zoon politikon (animal político). A diferencia de las abejas y las hormigas, que construyen sus colmenas y hormigueros siempre del mismo modo, las personas pueden diseñar sus ciudades de diferente manera. Esa capacidad de organizar su propia vida comunitaria, es la dimensión política del hombre.

La primera consecuencia de toda agrupación es la necesidad de regirse por normas: reglas de conducta. Existen normas sociales (ej.: costumbres), y normas jurídicas que son obligatorias. En toda comunidad, las normas son útiles pues constituyen:
Un freno para la autoridad; evitan la tiranía.
Un freno para el desborde social; evitan la anarquía.
Un freno para el desborde individual; evitan la explotación y el abuso.


2. Derecho natural

Desde la antigüedad, se ha reconocido validez a normas de conducta que no provienen de la legislación humana. A esto se lo conoce como el Derecho Natural: es lo que se le debe al hombre en virtud de su esencia, por el sólo hecho de ser. Estas normas se pueden conocer espontáneamente aplicando la razón.
Paralelamente, existe el Derecho Positivo, que incluye las normas dictadas por la autoridad pública. Ambos son necesarios, pero el Derecho Natural debe ser el fundamento del positivo.
Como este derecho es una de las bases de la Doctrina Social, conviene conocer las notas que lo caracterizan:
a) Universalidad: rige para todos los hombres y todos los tiempos, puesto que la naturaleza esencial es la misma en todos.
b) Inmutabilidad: mientras las leyes positivas deben ser actualizadas permanentemente, para adaptarlas a la diversidad de situaciones que deben regir, las normas del derecho natural no son modificables ni derogables, puesto que la naturaleza humana no sufre cambios esenciales. Por importantes que sean los cambios históricos, no afectan la esencia del hombre.
c) Cognocibilidad: es captado espontáneamente. “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquella.” (GS, l6)

El ser humano tiene tres inclinaciones esenciales:
al igual que todos los demás seres, tiende a la conservación de la vida
tiende a la propagación de la vida humana (conservación de la especie)
por ser racional, tiende a su perfección intelectual, moral y religiosa.

Estas tres tendencias originan los derechos esenciales del hombre:
“...todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto.” (PT, 9)

Si existen en la realidad temporal normas y costumbres contrarias al derecho natural, es porque:
►que una persona sepa cómo debe actuar, no garantiza que todos sus actos sean buenos, pues influyen en él las debilidades y pasiones;
►hay situaciones complejas, que no resulta fácil discernir, y puede caerse en el error;
►hay costumbres e ideologías erróneas, que llevan a obscurecer la conciencia moral.


3. Grupos sociales

Siendo el hombre un ser social por naturaleza, los grupos son los primeros en que las personas y familias buscan canalizar sus necesidades e inquietudes. La sociología aporta una distinción útil para clasificar los diferentes tipos de agrupaciones humanas, que se resume en el cuadro adjunto.

COMUNIDADES SOCIEDADES
(Sector Privado) (Sector Público)
Familia Centro Vecinal
Tribu Club Municipio
Etnia Sindicato Provincia
Nación Partido Político Estado
-----------------------------------------------------------------------------------------------
SOCIEDAD POLÍTICA
-----------------------------------------------------------------------------------------------

Comunidad: es el grupo social formado espontáneamente, por vínculos unitivos entre sus miembros, que no dependen de su voluntad.
Sociedad: es una unión estable de personas, físicas o jurídicas, organizada para procurar un fin propio y común.



La sumatoria de todas las comunidades y sociedades que conviven en un mismo territorio, constituye una sociedad política, que puede contener más de una comunidad nacional (como en Bélgica y en Canadá). De allí la importancia de no confundir los conceptos de sociedad, nación y estado. Como ejemplo podemos remitirnos al documento de la Conferencia Episcopal Argentina “La Nación que queremos”, de setiembre de 2002. En el mismo se define con precisión:

Sabemos que una Nación es una comunidad de personas que comparten muchos bienes, pero, sobre todo, una historia, una cultura y un destino común.” (p. 5)

En otros párrafos de dicho documento se expresa:

Debemos pasar del deseo de ser Nación a construir la Nación que queremos.” (p. 4)

Sólo buenos ciudadanos, que obren con inteligencia, amor y responsabilidad, pueden edificar una sociedad y un Estado más justo y solidarios.” (p. 6)

De acuerdo a la clasificación sociológica, sólo la sociedad y el Estado pueden construirse y reformarse, por decisión de sus integrantes. La “nación”, al ser una comunidad, no puede construirse ni reconstruirse, por un acto de voluntad, sino que se forma a través de los siglos, por la convergencia de muchos factores, y a veces, se desdibuja -como está ocurriendo en la Argentina- e incluso puede desaparecer.

El Estado es un órgano de conducción de una sociedad determinada, no de una nación, que siempre es acéfala. De allí que sea motivo de confusión denominar al Estado Argentino como Nación Argentina; expresión que según el artículo 35 de la Constitución Nacional sólo corresponde emplear en la sanción de las leyes.


La nacionalidad es un sello indeleble que recibimos al nacer en el seno de una comunidad determinada. No debe confundirse con el concepto jurídico-político de “ciudadanía”. En la sociedad argentina, conviven personas que son argentinos, por su nacionalidad, con otras que, aunque adquieran la ciudadanía argentina, pertenecen a otra nacionalidad de origen. El Estado debe regir y proteger a todos los habitantes, por lo que es un grave error no distinguir la “nación” del Estado.



A su vez, muchos argentinos nativos -se estiman en más de un millón-, viven fuera del territorio argentino, y en algunos casos han adquirido otra ciudadanía. Si bien el Estado no puede desentenderse de ellos, de hecho, están fuera de su jurisdicción, y subordinados a la jurisdicción de otro Estado, en cuyo territorio viven.


4. Cuerpos intermedios



La Iglesia reconoce la misión que poseen los denominados cuerpos intermedios, llamados así porque son grupos sociales que se encuentran entre la familia y el Estado. No ocurre lo mismo con las ideologías modernas.



El individualismo liberal se opone al reconocimiento de los cuerpos intermedios, en especial, los que cumplen un rol en la economía como los sindicatos. Después de la Revolución Francesa, la Ley Le Chapelier, de l79l, prohíbe los gremios y toda asociación de ciudadanos que pretenda tener intereses comunes. Este criterio se origina en el deísmo inglés del siglo XVIII: la naturaleza creada por Dios es buena y si actúa con libertad opera bien. Si los individuos gozan de plena libertad, el equilibrio sucederá espontáneamente.
Las ideologías totalitarias reivindican para el Estado toda actividad social. En los países gobernados por el marxismo, el sindicato es un órgano del Estado. También el fascismo, en la Carta del Lavoro, niega la personalidad jurídica de los gremios. Es que toda concepción totalitaria identifica sociedad con Estado.

Pío XI, expresa la doctrina católica al afirmar: “los que profesan un mismo oficio pueden igualmente constituir unos con otros asociaciones libres con fines en algún modo relacionados con el ejercicio de su profesión. (...) Y esa misma libertad ha de reivindicarse para constituir asociaciones que se salgan de los límites de cada profesión.” (QA, p. 87)
La realidad muestra que el tejido social es un conjunto de asociaciones interrelacionadas, que cumplen o deberían cumplir un papel eficaz para sus miembros, y también como defensa para los desbordes del Estado.


5. Clases sociales:

En la sociedad, es posible identificar vínculos entre personas que, aunque no se conozcan, poseen afinidades o intereses comunes; el conjunto de dichas personas no constituyen comunidades ni sociedades particulares. La sociología lo denomina categorías sociales: por ejemplo, los aficionados al mismo deporte. Pero la categoría más importante es la llamada clase social: conformada por un determinado nivel o estrato de personas, con una similar posición económica, social y cultural.
Existen sociedades con sistemas de estratificación rígida, donde quien nace en una familia de ciertas características no puede cambiar de clase. Un caso típico es de la India: quien nace en la clase de los intocables, no puede abandonar la clase respectiva, que está destinada a trabajos de poca importancia. En otros países, por el contrario, el sistema de estratificación social es flexible: quien nace en una familia pobre puede, merced a su esfuerzo a la suerte, progresar y pasar a integrar otra clase.

Debe diferenciarse entre la existencia de diferencias sociales entre las personas, que es un hecho de la realidad, del manejo ideológico del concepto de clase. En efecto, algunos pensadores llegan a afirmar que las diferencias son efecto de una especie de selección natural -como en la teoría de Darwin, ocurre entre los animales-, en la que sobresalen los más aptos, y los ineptos deben conformarse con condiciones penosas de vida. Otros consideran que la solución de esas diferencias está en la lucha de clases, hasta que la clase de los menos favorecidos que constituyen la mayoría, se imponga y logre una sociedad sin clases.

La DSI distingue entre la igualdad esencial de todos los hombres, y la desigualdad accidental -por el talento, la salud, el éxito profesional, etc.- que, en una sociedad regida por el bien común, no debe ser motivo de enfrentamientos, ni impedir la justicia. La oposición de intereses resulta inevitable, pero puede equilibrarse con la intervención de los cuerpos intermedios y del Estado, sin recurrir a la lucha violenta.
“Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. (...) aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo, la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa.” (GS, 29)


6. Principios rectores del Orden Social

Son tres, a saber:

Subsidiariedad: es el principio supremo de la filosofía social, según Pío XI:
“...principio inamovible e inmutable: como no se puede quitar a los individuos y darlo a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absolverlos.”

El Estado, en función de este principio, debe:
►Fomentar el surgimiento de cuerpos intermedios;
►Estimularlos, mediante facilidades (ej.: exenciones impositivas);
►Ordenar su funcionamiento y fiscalizarlos;
►Suplir su actividad, cuando resulte imprescindible.

Solidaridad: hacerse uno con el prójimo; es un recíproco estar unidos y obligados. Con la practica de esta virtud se logra que los grupos y las personas colaboren entre sí, suavizando las diferencias. La solidaridad exige que aquellos que tienen algún talento recibido de Dios, no lo entierre y lo comparta. No es sólo ayudar y donar, sino hacer uso social de los bienes y talentos propios.
Este principio rige también en el plano internacional, como lo expresó Pablo VI:
“El deber de solidaridad de las personas es también el de los pueblos. (...) Si es normal que una población sea el primer beneficiario de los dones otorgados por la Providencia como fruto de su trabajo, no puede ningún pueblo, sin embargo, pretender reservar sus riquezas para su uso exclusivo.” (PP, 48)

Bien común: desde la antigüedad se interpretó la relación de los hombres y la sociedad, con la analogía del organismo. La sociedad, decía San Agustín, se asemeja a un olivo cuyas hojas caen y vuelven a nacer, mientras el tronco y la raíz permanecen. La sociedad humana sobrevive al continuo cambio de los individuos que la componen. Es una unidad de orden: conjunto de personas que se relacionan para la consecución del bien común.

El bien común es la base de la legitimidad política, para lo cual deben darse en una sociedad tres condiciones, según Sto. Tomás:
► que asegure la paz de todos los que forman la comunidad, sin injusticias ni desigualdades irritantes;
► que todas las personas y grupos sociales se empeñen en alcanzar una convivencia humana virtuosa;
► que todos tengan bienes, materiales, culturales y espirituales, en el grado más alto que permita la realidad.
Cuando se verifican estas tres condiciones, se logra la concordia: vínculo unitivo que da cohesión a la sociedad.

Si queremos analizar si este principio está vigente en nuestra sociedad argentina, basta repasar algunas cifras oficiales. Existen hoy 16.400.000 de pobres -44,3 %- y 6.300.000 de indigentes -l7 %- (La Nación, 6-11-04). Simultáneamente, l.4l3.537 jóvenes de entre l5 y 29 años, no estudian ni trabajan, y uno de cada dos niños menores de 2 años, tiene anemia por deficiencia de hierro, lo que afecta su desarrollo cognitivo.
La conclusión es indiscutible: no rige en la Argentina el bien común
.

El Santo Padre, advirtió en una audiencia oficial al entonces Presidente de la República:
“Mirando a la Argentina hago votos para que el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia siga siendo un valioso instrumento de orientación para superar los problemas que obstaculizan la edificación de un orden más justo, fraterno y solidario. Detrás de las situaciones de injusticia existe siempre un grave desorden moral, que no se mejora aplicando solamente medidas técnicas...”. (Juan Pablo II, 7-4-03)

Fuente:
Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972.

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