Sumario: Módulo 2

León XIII
CONTENIDO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1.
Definición
2.
Fuentes
3.
Contenido de la DSI
4.
Interpretación de los documentos pontificios
5.
Difusión de la DSI

Pueden algunos dudar sobre la necesidad de que la Iglesia Católica posea una doctrina social, puesto que la misión que Cristo le confió no es de orden político, económico o social, sino de orden religioso. Pero, precisamente, de esa misión se desprenden luces que sirven para ayudar al mejor funcionamiento de la comunidad humana, de una forma coherente con la fe. Por eso, afirma el Concilio Vaticano II:
“Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno.” (Gaudium et Spes, 43)

Desde el origen del cristianismo, existió un apostolado social, fundamentado en la misma Escritura. Por ejemplo, en la epístola de San Pablo a Filemón, en la que le cuenta que, estando en la cárcel, conoció a su esclavo Onésimo, y le pide que, siendo ya cristiano pues él lo bautizó estando preso, lo reciba ahora, no ya como esclavo sino como hermano. Es decir, que la aceptación de la religión conlleva un cambio de vida, que se debe reflejar en los hábitos y costumbres.

También las primeras comunidades cristianas se ocupaban de los pobres, a quienes se denominaba matriculari, pues estaban inscriptos en el canon de la Iglesia. En el año 251, la Iglesia romana tenía l.500 matriculari, y los recursos, aportados por los fieles, alcanzaban para todos.
Se aplicaba este principio: “a los capaces de trabajar, procúreseles trabajo; caridad, sólo a aquel que ya no pueda trabajar”. Paralelamente, fue formándose el pensamiento social, por obra de los Padres de la Iglesia, que escribieron y predicaron en los primeros siglos, tanto en lengua latina como en griego.

Recordemos que fueron épocas de persecuciones, que comienzan a atenuarse recién con el Emperador Constantino, que dicta el Edicto de Milán, en el 313, estableciendo la libertad de cultos, lo que favorece a los cristianos. Pero luego, vendrían otros emperadores que reanudan las persecuciones: Constancio, que era arriano, y Juliano, que era apóstata. Habrá que esperar hasta el 380, en que Teodosio dicta el Decreto de Tesalónica, que otorga al cristianismo la condición de religión oficial del Imperio.

Con la caída de Roma, por la invasión de Odoacro, en el 476, comienza la Edad Media; al desaparecer el Imperio, no hay autoridad que pueda evitar la disgregación de los pueblos. Los bárbaros se limitan a pasar y destruir, sin crear un orden nuevo. Por eso, los monasterios quedan como los únicos lugares aptos para mantener la cultura y la enseñanza.
Se multiplican las iniciativas sociales de la Iglesia: las casas de Dios (hospitales), los asilos, los arbitrajes entre señores, las treguas de Dios (períodos de paz), etcétera. También fue obra de la Iglesia la fundación de las primeras universidades, como la de París y la de Bologna.

En cuanto a la doctrina en materia social, es necesario decir que no surgió -como suele creerse- en el siglo XIX. Citemos, por ejemplo, un documento que aborda un tema que nos toca de cerca, promulgado por el Papa Benedicto XIV, en l74l:

“...recomendamos y mandamos a cada uno de vosotros...la protección y eficaz defensa a los referidos indios tanto en las provincias del Paraguay, del Brasil y del Río llamado de la Plata cuanto en cualquier otro lugar de las Indias...prohíba enérgicamente a todas y cada una de las personas, así seglares, incluidas las eclesiásticas...bajo pena de excomunión latae sententiae...que en los sucesivo esclavicen a los referidos indios, los vendan, compren, cambien o den, los separen de sus mujeres e hijos, los despojen de sus cosas y bienes, los lleven de un lugar a otro o los trasladen, o de cualquier otro modo los priven de libertad o los retengan en servidumbre...” (Bula “Immensa Pastorum”, 5).

Lo que surge, sí, en el siglo XIX, es la llamada “cuestión social”, por el desquicio total en el plano de la convivencia comunitaria, que, comenzando en ese momento, no ha cesado todavía. Fue en esa etapa de la historia en que confluyeron: ideologías erróneas, impulsadas por la Revolución Francesa, y la Revolución Industrial, que repercutió en el orden económico. El avance vertiginoso de las ciencias y las técnicas, aplicadas a la producción de bienes, se manifiesta en la proliferación de fábricas, que contratan a miles de obreros.
Los trabajadores, que deben abandonar las zonas rurales para concentrarse en las grandes ciudades, dejan de practicar su oficio con sus propias herramientas, para convertirse en asalariados, en condiciones muy penosas. Son verdaderos “proletarios”, o sea que su única posesión es la prole -sus hijos- a quienes deben hacer trabajar, también, desde niños, para poder obtener el dinero que les permitan mantenerse, en condiciones muy precarias. Esta situación, originó la encíclica más famosa: Rerum Novarum (cosas nuevas), de León XIII, en l89l, que en su primer párrafo sintetiza el panorama descripto:

“...los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros...la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría...juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda. (...) el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal de la voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios.”




1. Definición:

La Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) define así a la Doctrina Social de la Iglesia: “es la enseñanza moral que en materia social, política, económica, familiar, cultural, realiza la Iglesia, expuesta por quien tiene la autoridad y la responsabilidad de hacerlo.” Como ya vimos, dicha responsabilidad le corresponde al Papa y a los Obispos, en comunión con él.


2. Fuentes:
La doctrina social tiene su fuente principal en la Sagrada Escritura, y una fuente secundaria en la razón humana, iluminada por la Ley Natural: luz de la razón, que, a través de juicios prácticos, le manifiesta al hombre que debe evitar el mal y obrar el bien.



3. Contenido de la DSI:

La enseñanza pontificia en materia social es una doctrina, con tres características:
a) Síntesis teórica: un conjunto de principios, que cubren todos los aspectos del orden temporal;
b) Alcance práctico: la teoría ilumina la acción;
c) Moralmente obligatoria: si bien cualquier persona puede aprovechar su riqueza, para los cristianos es obligatoria, y deben vivir y actuar según sus principios.

Incluye:
· Principios de reflexión: sobre valores permanentes (verdad, libertad, justicia, paz, caridad). Los tres grandes principios del orden social son los siguientes:
Bien Común: el conjunto de condiciones sociales que consienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo íntegro de su persona.
Solidaridad: significa unir fuertemente; el hombre debe contribuir con sus semejantes al bien común de la sociedad en la que vive. En función del principio de solidaridad, la Iglesia se opone a todos los individualismos.
Subsidiariedad: ni el Estado ni la sociedad civil deben impedir las iniciativas de personas y grupos. En función de este principio, la Iglesia se opone a toda forma de colectivismo.

· Criterios de juicio: los principios fundamentan los criterios para emitir juicios sobre:
las situaciones: por ejemplo, evaluar el problema de la pobreza;las estructuras: especialmente, las instituciones; por ejemplo, el funcionamiento del Estado;
los sistemas: por ejemplo, las consecuencias de la aplicación del sistema neoliberal en la economía.

Como la Iglesia necesita conocer la realidad de cada época y en cada sociedad, antes de emitir un juicio, debe tener en cuenta los aportes de las ciencias positivas. En este terreno, hay que discernir cuidadosamente lo que es estrictamente científico, de las tesis que formulan algunas escuelas o autores, que pueden estar teñidas de ideologismo. Especialmente ocurre esto con respecto a la sociología, la economía y la teoría política.

· Directrices para la acción: los medios deben ser coherentes con los fines y de conformidad con la dignidad del hombre. Pero, además, la doctrina existe para ser aplicada. A esto se refirió la encíclica Mater et Magistra:
“Sin embargo, hoy más que nunca, es necesario que esta doctrina social sea no solamente conocida y estudiada, sino además llevada a la práctica en la forma y en la medida que las circunstancias de tiempo y lugar permitan o reclamen.” (221)

Para que esto ocurra, es necesario que los católicos estén convencidos de que la doctrina es apta para resolver los problemas sociales. Ahora bien, al aplicar los principios a la realidad, puede ocurrir que surjan divergencias entre católicos, puesto que hay cuestiones que son opinables; en estos casos, debe actuarse con respeto mutuo y buscar los puntos de coincidencia. También es preciso evitar, so pretexto de perseguir lo óptimo, descuidar el bien que es posible lograr y que, por lo tanto, es obligatorio concretar.

Al relacionarse en la vida social, con personas de otras ideas, hay que poner empeño en no aceptar compromisos que puedan afectar la integridad de la religión. Pero, manifestarse siempre dispuestos a colaborar con obras buenas o que puedan conducir al bien, al margen de quienes hayan tomado la iniciativa.

El magisterio recuerda que la Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer, pero es experta en humanidad y posee dos mil años de experiencia que avalan la profundidad de sus reflexiones. La Doctrina Social de la Iglesia no es una “tercera vía”, entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista. Tiene categoría propia; no pertenece al ámbito de la ideología sino al de la teología.
Pío XII enseñó que la doctrina social es obligatoria para todo católico, y aclaró:
“...esta doctrina está fijada definitivamente y de manera unívoca en sus puntos fundamentales, ella es con todo lo suficientemente amplia como para adaptarse y aplicarse a las vicisitudes variables de los tiempos, con tal que no sea en detrimento de sus principios inmutables y permanentes.” (Aloc. 29-4-l945)




4. Interpretación de los documentos pontificios:

Ninguna encíclica aislada puede pretender ser indiscutida, pero cuando hay continuidad en varios documentos y en sucesivos papas, no puede dudarse de la autenticidad de la doctrina (Lumen Gentium, 25).
Afirmaba Pío XII, en la alocución mencionada, que la doctrina social es “clara en todas sus partes”. Esto no significa que no pueda haber párrafos difíciles o que merezcan dudas y hasta objeciones, en un documento determinado. La claridad de los conceptos se refiere a la doctrina en su conjunto, y para asegurar su correcta interpretación se deben utilizar ciertas reglas:

a) utilizar el texto auténtico (oficial), que habitualmente se redacta en latín, y es traducido y publicado por el Osservatore Romano. Un ejemplo de alteración del texto -verdadero fraude intelectual- se verificó con un concepto utilizado por la Mater et Magistra: “socialización” -incremento de relaciones sociales-, que fue traducido en algunas ediciones, por “socialismo”.
b) analizar los conceptos: ello requiere el estudio de cada documento, que no debe ser leído como una revista.
c) confrontar textos similares: sobre un mismo tema, en varios documentos. Ej.: la propiedad.
d) ir del todo a la parte: siempre conviene leer completo un texto, antes de detenerse en cada párrafo, para tener un enfoque global y completo del contenido.
e) considerar las circunstancias: de fecha y lugar, para determinar el carácter del documento: si tiene un alcance universal o específico.
f) distinguir lo doctrinal de lo prudencial: la enseñanza de un documento puede ser inaplicable a un caso distinto al que dio origen a aquél. También puede ser errónea la evaluación de una problemática. Por ejemplo: Pío XI condenó a un movimiento político, la Acción Francesa; Pío XII, con mejor información, levantó la condena.
g) aclarar con la teología y la filosofía: habitualmente los documentos traen referencias a los Padres y Doctores de la Iglesia. Especialmente importante es la consulta con la obra del Dr. Universal, Sto. Tomás de Aquino.




5. Difusión de la DSI:

La enseñanza y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia forman parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Juan Pablo II, en la “Centesimus Annus”, habla del anuncio de la DSI; expresión llamativa porque implica analogarla al anuncio del Evangelio.
De esto se deduce que la doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo.” (CA, 54)

Ahora bien, debemos determinar a quién corresponde este anuncio y la aplicación respectiva de la doctrina social. Mons. Quarracino, siendo Secretario General del CELAM, destacó que la Iglesia fijó una teología del laicado en la Lumen Gentium, donde se expresa que es a los laicos a quienes corresponde gestionar los asuntos temporales y ordenarlos según Dios (LG, 3l). Agrega Mons. Quarracino que, en nuestra época, con problemas cada vez más complejos, con un sentido religioso desleído, con una desesperante escasez de sacerdotes, “si la Iglesia quiere llegar a las estructuras del mundo, lo hará por el laicado o no lo hará”.[1]

Si lo expresado es correcto, debemos reconocer que no hemos ni siquiera empezado la tarea, puesto que la DSI es ignorada por la mayoría de los laicos. Así lo manifiestan los Obispos argentinos en el documento “Navega Mar Adentro”:
En un país constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por los mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.” (p. 38)

Lamentablemente, luego del diagnóstico preciso e incisivo del párrafo citado, al detallar las “Acciones destacadas” a emprender, únicamente se menciona la necesidad de multiplicar los cursos y jornadas (p. 97,c), sin disponer un programa concreto que permita superar la situación diagnosticada. Por lo tanto, la tarea de difusión seguirá limitada a la acción voluntaria de un puñado de laicos, que, con sus propios recursos, y sin ningún apoyo de la jerarquía, consideran su obligación moral trasmitir lo que han recibido.


Fuentes:

Congregación para la Educación Católica. “Orientaciones para el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia”; Madrid, PPC, SA, l995.
CELAM, “Manual de Doctrina Social de la Iglesia”; Santafé de Bogotá, l997.
Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, l972.
[1] Quarracino, Antonio. “Seguir a Cristo, en la enseñanza social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, l980, pgs. l0/l2.

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